LA SEGUNDA OPORTUNIDAD · Galería Bataller · Valencia · Año: 2012
Texto: Nacho Meseguer

La segunda oportunidad

Qué a menudo nos lamentamos por no tener una segunda oportunidad. Prácticamente malgastamos nuestra primera en el deseo de otra, pero ¿qué haríamos si realmente tuviéramos una segunda vez? ¿Modificar algún detalle que no nos gustó?, ¿tomar un camino que deberíamos quizá haber elegido? ¿De verdad crees que decirle a esa mujer que la querías podría haber cambiado las cosas? Todo eso son menudencias, pequeñas variables. Hay que tener más equipaje para viajar a la segunda oportunidad. Hay que viajar con la mochila del explorador minero enfermo de fiebre del oro de lo infinito. Gritando y agitando al aire el tamiz de encontrar pepitas de oro de lo eterno. Si nos dan la segunda que sea en todos los colores: en Pantone 365, en Pantone 396, en 5507, en Tigerlily, en Pantone Tangerine Tango. Si hemos de vivir de nuevo que seamos la esquina desde la que brote, como una fuente, el universo.

Y que el cielo sea azul y rojo y gris cálido nueve. Y violeta y blanco y negro.

Y si te dan a elegir qué desear y te aseguran la concesión, elegir desear, como Noa, no tener miedo, nunca, a nada.

No ser un alfil de movimientos pactados. No ser el corazón de un murciélago latiendo solo, no quedarse suspendido en la sed como una raíz asustada ante la enormidad de la tierra. Ser

un héroe por darte cuenta de la brisa,
un héroe por el libro de poemas que llevas como un tesoro en la mano.
Un auténtico héroe del instante, con un cuerpo de apenas unos gramos de peso y con alas para poder caer lentamente, descifrando el día que comienza y convirtiéndolo en una curva que interpretar, con dulzura, en un vuelo perfecto.

Si te dan la tan ansiada segunda vida (y a veces ocurre), no seas loco y ve a por todas, deja que las cosas sean como son y que sean emocionantes, olvídate de timones, brújulas y mapas, y conviértete en el Dios de las corrientes marinas y de los vientos.

Pequeño test para los que braman en pos de una segunda oportunidad (que Deva me deja poner aquí porque sabe la ilusión que me hace).

Pregunta:

Vamos a imaginar un supuesto por completo estrambótico: Las naranjas y no los humanos son los seres pensantes del universo conocido. ¿Qué crees que ocurriría entonces? ¿Existiría también la eternidad? Pero la de verdad, la que no es una mirada sostenida en un ritmo imaginado cadente y continuo, sino la que es suave y hacia lo lejos, como ropa secada, al atardecer, por el viento del bien y el mal.

Posibles respuestas:

A. La eternidad me tiene sin cuidado, yo pienso única y constantemente en las pequeñas expresiones como ‘casi’ o la tan sumisa a la vez que optimista ‘sí’.

B. A mí la eternidad tampoco me interesa en absoluto. Mi inquietud se dirigió siempre hacia la libre significación de las palabras. No creo, por ejemplo, en el significado que se da a “contradictorio”. Para mí, “contradictorio” significa: mujer de madera, poco hecha, o tal vez no una mujer sino el ingrediente secreto de la gran pócima sagrada o tal vez tampoco ello sino el resurgir de nuestros demonios, no desde nuestro dentro sino desde el mar que es el punto central de todo.

C. ¡Sí! ¿Qué le importará a la infinitud temporal que seamos humanos o cítricos, o pequeños electrodomésticos (unos muy bien diseñados para el lanzamiento de aire caliente y el secado del pelo, otros para la rápida y no muy sana fritura de las patatas)? En el universo de las naranjas pensantes o el de las animadas freidoras también ha de existir la eternidad, y esto lo pienso de forma muy interesada pues por mi naturaleza chispeante necesito estar anclado a inabarcables certezas.