Uno de los méritos del ser humano, tal vez el único, es haber aportado bellezas nuevas al mundo conocido. Mis favoritas, la estética moral y el arte, las maneja Deva Sand con funámbula soltura. Pero no solo eso, Deva practica además la belleza de la resurrección. Encuentra objetos abandonados ya muertos de otras vidas y persigue en ellos la huella del último canto, el mapa de su renacer, esta vez no hacia la utilidad sino hacia la belleza arte nueva que antes no existía.

Deva es la santa laica de los muebles marchitos desamparados, la superheroína de la resurrección de la nueva belleza arte cromática. Cuando la muerte grita en las cosas, ella grita más fuerte que la muerte. Es la rabdomante de los cuerpos lázaros. Su instrumento de zahorí es el escudo inverso, para encontrar, desprotegiéndose. Es la rescatadora del naufragio, la mujer Caronte de la laguna intermedia, la recolectora de recuerdos de latidos: con ellos compone un corazón nuevo que va moviendo por sus naturalezas resurrectas, regalándoles miles de centros.

Deva es la prestidigitadora de la resurrección belleza arte cromática nueva. Su truco de mago es regalar la segunda oportunidad a quien la tiene dormida u olvidada. Abriéndole las puertas para que despierte y recuerde. Y para que escapen hasta nuestros ojos, galopando en nuevo color, todos sus caballos.

NACHO MESEGUER