ENTRE PAREDES · Sagunto · Valencia · Año: 2008
Textos de Toño Barreiro y Ricardo Forriols

TOÑO BARREIRO «Transplantar un arbol cuando aún es semilla»

Al abrirse las puertas nos recibe su puerta, la otra herida de la casa-memoria, la boca de la luz, cortina opaca de esa mañana oculta que revoluciona partículas y pensamientos. A su lado, un nido de sombra, conjunto vacío de una intersección invisible. Otras veces es de luz: marañas de energía que se desborda goteando. De la oscuridad sale un tallo diminuto que va perdiendo la trasparencia de su jugoso entierro. Veo vida trasplantada, materia que cobra vida, raíces que vuelven a sentirse de nuevo en casa. Reinterpretaciones de todo lo caprichoso, de los mástiles asilados de las camas sexuales, de las flores secas que forran las paredes como piel de bosque otoñal, de lecturas ciegas buscando luz o quizás más sombra, de muebles inclinados sobre el abismo de la inutilidad o quizás apoyados sobre nuestro propio mundo, donde el tiempo hace equilibrio enhebrado en su afilado instante. Tallos verdes y pulpa húmeda, aún humeante, tras el impacto del rayo. Así se pela un árbol en la tormenta, así la obra, con un latigazo que retira la piel como si fuera un cuerpo extraño que repta sobre el tronco emergido de un suelo intacto. Germen y nutriente: obras impacientes que crecen en los silencios y en las escenográficas paredes recorridas por venas trepadoras que dibujan su particular memento mori.
Y creció tanto la yedra que tiró los muros de la casa-nido. La intemperie sólo soporta la máscara, raíz alada del tiempo que se nos va, que se nos fue. Un tiempo remoto que nos dejó semillas para plantar, para llevar a casa, para dejarlas en la tierra crecer, como ideas que un día podremos trasplantar de la memoria hacia los caminos abiertos de la vida. Germinaron las canciones, decía Drexler, también tus obras, tienes suerte, Deva. Que no se pare el reloj, ni el de una casa caída, que no pare el corazón así se salga de la vía y que el que lleve que devuelva, como pueda, todo lo que haya digerido. Trasplantar un árbol, lanzar semillas, dejarse empapar mirando, observando lo que dice la alegría. Sembrar todo lo que se daba por perdido. Pocas veces nos olvidamos de la casa-refugio, pocas veces nos pensamos fuera de la razón-guarida. Ni soledad, ni oscuridad, ni noche fría. Y pocas veces aislados, sin un guía, carcelero o vigía.
Pero al salir a la intemperie de la memoria, qué sentiríamos si el hogar fuera, a nuestra espalda, sólo un trozo de la planta de la historia. Dibújate tu casa, detenida, como antesala del sueño, del que se evapora sobre el calor de los desiertos nocturnos. Desde la escalera se ve el rocío, aún por caer. El habitar y el iluminar. Mundo mezcla del estar y del ser. Sin sombra no hay luz. Y también esa galaxia, que en su jaula sigue dormida……
Al sueño le lleve esta canción…
…un cauce perforado en el vacío, una proyección de arena sobre la membrana tibia de la noche. Iluminados los párpados desde dentro, desde donde viene la luz. Incandescente vaivén de itinerarios invisibles, trazando la silueta de lo común y lo precario. Y como alimento, las horas. Tiempo consumido como si fuera oxígeno. Memoria exhalada sobre el cristal inmenso de la vida, y de nuevo, el surco que separa las orillas perladas de la verdad, siempre empañada. Escritura revelada, justo en el instante en el que todas las voces amanecen. Las marañas se repliegan, las paredes pierden peso y todo se conjuga con la presencia, su ausencia y sus retrasos. Y las costumbres, también escondidas en los gustos. Apetito. Hasta saciarse, tenemos el silencio como alimento, veneno o antídoto. Todo detenido, como en la imagen póstuma de todo lo desaparecido. Sentarse junto a la cama, metáfora infinita de la casa dentro de la casa. Donde los sueños viven también sus sueños. Y despertar, cuando tierra y agua empiezan a relacionarse. Humo del incendio que vuelve al tronco. Eterno y escondido. Mis dedos se extienden hacia la noche, hasta rozar la húmeda pupila del espejo ciego. Es el momento de cubrir el firmamento, con una fina capa, para que no cante, para que yo descanse.

RICARDO FORRIOLS «La casa como metáfora del cuerpo»

Con Entreparedes regresa Deva Sand (Estrasburgo, 1968) al panorama expositivo después de haber participado en una colectivaen el Komagane Kogen Art Museum de Tokyo, a finales del año pasado, y de su anterior individual, La chambre de ma Grand-Mère, en la galería Tomás March (2006). Si en aquella ocasión transformaba el espacio de la galería en una suerte de habitación melancólica a partir del recuerdo familiar y a través del mobiliario, ahora la escultora amplia miras e insiste en una de las constantes en su trabajo reciente: la realidad y la ilusión de la casa como metáfora del cuerpo.
Además, hay que apuntar dos cuestiones al respecto.
La primera es que construye esa casa metafórica en forma de autorretrato, desplegando las obras en relación a una serie de conceptos (pájaro, casa, vida, ilusión, cuerpo, realidad, nido, mente, jaula, luz) que portan vivencias, emociones y sentimientos.
La segunda cuestión hace referencia a la introducción de la figura humana los habitantesde la casa como novedad, bien en el modelado de una cabeza enmascarada que vigila desde lo alto, con los ojos cerrados, proyectando su sombra nariguda; bien en las fotografías en las que la propia artista, ataviada con la misma máscara de pájaro, dibuja con la luz el contorno ancestral de una casa.
Otra de las constantes en su trabajo, vinculado al arte povera, al montaje y a la idea de un «barroco minimal», es el reciclado de materiales encontrados, industriales o domésticos, de manera que esta nueva casa surge de las cenizas de otras casas. Así, buscando las paredes, las mismas que cierran y limitan el espacio, Deva Sand ha amueblado y hecho habitable esta casa que nos recibe con una puerta, toda negra, detrás de la cual hay dibujada sobre la pared la ilusión de un interior o un paisaje que nos lleva a otro lugar, a otra casa.
Dentro ya, siempre sobre la pared, descubrimos a cada paso hallazgos poéticos como la jaula que contiene una luz interior a modo de galaxia o la consola de un recibidor apoyada en equilibrio sobre la bola roja del mundo. También aparecen visiones más prácticas como el ensamblaje de uno de sus cuadros confeccionados con telas estampadas, apoyado sobre una silla con libros, desde el que luce una lámpara haciendo más acogedora la estancia; el cabezal de la cama que completa y proyecta sus mástiles, de nuevo, en el dibujo esquemático de la pared; o, quizás la pieza más contundente, siguiendo estrategias similares a las de Robert Rauschenberg y Tom Wesselmann, la reconstrucción de un baño combinando distintos fragmentos de mobiliario de madera, planchas, azulejos, tubos fluorescentes y el dibujo en la pared.
Al salir, meditando sobre el espacio, lo visible y lo invisible, de nuevo la idea de la jaula deconstruida en unas madejas de alambres enrollados y colgados dibujando un agujero negro en la pared, un nido de sombra proyectada que pone en relación la sensación de profundidad en las intervenciones de Anish Kapoor con el biomorfismo de los cuadros de Toño Barreiro.
Así son nuestras casas según Deva Sand: una suerte de jaula para los pájaros de la mente.